Donde la espera no puede ser eterna

“Puede decirse que este edificio marcó la entrada del Neoclasicismo a Matanzas”, asevera Menéndez Alfonso
“Puede decirse que este edificio marcó la entrada del Neoclasicismo a Matanzas”, asevera Menéndez Alfonso

La Estación de Sabanilla constituye una de las construcciones más emblemáticas de la Calzada de Tirry. Por años su imagen de abandono ha acompañado a los matanceros. El portal sin techo, las filtraciones y las paredes descorchadas evidencian la necesidad de accionar en pos de su conservación.

El deterioro de las paredes y el efecto de la humedad se perciben en buena parte de la edificación.
El deterioro de las paredes y el efecto de la humedad se perciben en buena parte de la edificación.

¿Cuántas personas habrán sufrido allí de la impaciencia? ¿Cuántos ansiaron escuchar lo más rápido posible el pitazo del tren anunciando la llegada? Pareciera que las estaciones, cualquiera que sea su naturaleza, se encuentran estrechamente ligadas a la espera, no pueden escapar de ella. Pero, para la de Sabanilla, el tiempo de ansiar el rescate resulta ya muy largo. Se precisan medidas concretas para salvar este sitio, vital testigo de la historia matancera.

El desarrollo del ferrocarril en territorio yumurino se relaciona con la evolución vertiginosa de su industria azucarera en el siglo XIX. A los hacendados les resultaba imprescindible para transportar las producciones, por lo que decidieron construir uno que fuera desde Matanzas hasta La Sabanilla. Vinculado a ello se erige la Estación, inaugurada el 13 de julio de 1856, según refiere la investigadora Miriam Menéndez Alfonso.

Emplazada en Calzada de Tirry No.15 deviene en notable monumento, el más antiguo de su tipo en Iberoamérica. Con una marcada referencia clásica, presenta en el frente un extenso portal con columnas dobles que lo diferencia de las edificaciones a su alrededor. Menéndez Alfonso explica que, mientras las indagaciones no arrojen nuevos datos, todo indica que fue proyectada por el arquitecto Manuel José de Carrerá y Heredia y construida por su hermano Rafael de Carrerá y Heredia.

UNA FORTALEZA QUE SE RESIENTE

Actualmente, radican allí tres almacenes estatales y alrededor de 10 familias.  Hortensia Oliva Sanz vive en el lugar desde que se casó hace 54 años. Su esposo, ya fallecido, laboraba en los ferrocarriles y por ello le otorgaron parte del inmueble. Ella espera por la aprobación de un subsidio para reparar su casa, pero no deja de preocuparse por el destino de toda la Estación.

“Hay que arreglar el techo, porque llueve más adentro que afuera”, afirma mientras acaricia entre sus manos un libro sobre la historia del “camino de hierro”, en el que aparece un grabado de la Estación. La tristeza se siente en su voz cuando muestra el deterioro causado por la humedad en las paredes y en las vigas de madera.

“Yo llegué hace 65 años, mi suegro trabajaba como policía ferroviario y desde que mi esposo era un niño vino para acá. Nosotros en todas las rendiciones de cuenta planteamos  la situación, pero siempre nos contestan que no hay presupuesto”, relata Eulalia Alpízar Flores.

Cuenta además, que por más de un lustro permanecen en el suelo las vigas que un día se concibieron para arreglar la cubierta del soportal, “yo creo que no estaba tan mala, se podría haber apuntalado para que aguantara y no tener que quitarla. Fundieron las piezas, pero habían medido mal y al final no se hizo nada”.

El Establecimiento de Suministros Médicos Matanzas ocupa buena parte del lateral izquierdo. Aunque ese espacio presenta una mejor condición constructiva que las viviendas, enfrenta dificultades. “Tenemos algunas filtraciones, las paredes están descorchadas y hay grietas en el piso”, dice Servando Valdés Soltero, jefe del almacén.

“Se le debe hacer una reparación capital”, agrega y señala el deterioro de canales y aleros así como lugares de los muros en que se cayeron pedazos del revestimiento. “Peligro de derrumbe no tiene por el ancho de las paredes y la estructura del techo, pero sí está en mal estado”.

La técnica Isora Domínguez Acanda comenta que en el patio interior se acumula el agua, “tenemos un control de plagas muy riguroso pero resulta una fuente de mosquitos y ratones”.  Sentencia también que “sería un crimen que se perdiera el edificio porque es una fortaleza, ¡mira que por aquí han pasado ciclones y ahí sigue!”

Ernesto Borges Gironelles y José Alfonso Betancour, estibadores despachadores del almacén del Instituto Cubano del Libro en la provincia, ubicado también allí, coinciden en que el mayor problema consiste en las goteras y que se precisa una restauración completa por la antigüedad de la construcción.

Una conservación superior exhibe el ala izquierda, la ocupa el almacén de harina perteneciente a la Empresa Provincial de Alimentos. Caridad Erice Benavides, su segunda jefa, expone que se implementa una inversión del año 2013, sin terminar, dirigida al mantenimiento. Aunque se ha modificado el interior en aras de la funcionalidad, se aprecia la pintura y el buen estado de las paredes. Los trabajadores afirman que solo los afectan filtraciones aisladas.

Mientras, la Estación de Sabanilla espera por su rescate, sería imperdonable que la ciudad perdiera esa edificación como otras que perviven solo en el recuerdo.

3 respuestas a «Donde la espera no puede ser eterna»

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