Después de ser promocionado con mucho “bombo y platillo” en algunos avances televisivos y en uno que otro programa, la serie SOS Academia comenzó su paso por Cubavisión en un horario más bien discreto al culminar la telenovela.
Atraída por la constelación de actores y actrices consagradas que integraban el elenco, así como por la fastuosidad que se adivinaba, me dispuse a verla.
Desde los primeros capítulos adiviné algo sospechoso: aquella villa que parecía salir de una película de terror, los cuartos con una decoración nada verosímil y el comedor estudiantil con copas y platos no lograban convencerme. Pero me dije: tienes que vencer tus prejuicios y desprenderte de esos rezagos del realismo socialista.
Lamentablemente, el curso posterior de la “primera serie musical cubana” le dio razón a mis instintos y solo me dejó un sabor a Un paso adelante cubanizado y mal hecho. Sin dudas el guion constituyó el eslabón más débil de esa propuesta comunicativa, plagado de situaciones poco creíbles, con saltos en las historias y reacciones de los personajes sin fundamentos plausibles, ni siquiera grandes como Rogelio Blaín o Luisa María Jiménez pudieron salvar la historia.
Incluso aquellos más jóvenes trataron de llevar sus roles con dignidad, pero evidentemente algo allí no funcionó, por más que trataba de dejarme seducir por los conflictos de cada personaje, algo saltaba para desencantarme y hacerme dudar. Gente que se enamora y se desenamora de un día para otro, ninfómanas con recaídas inexplicables, funcionarios de cultura corruptos cuyos negocios apenas se explican, depredadores sexuales que se cuelan en la escuela como si nada a pesar de los custodios – todos ellos con increíble ineptitud para su trabajo -, hermanos obsesivos que se vuelven comprensivos y cándidos de un día para otro, traidores que se redimen sorpresivamente; multitud de situaciones que tal vez con un poco más de elaboración hubieran cautivado pero que se mezclaron en un todo caótico.
SOS Academia deja la sensación de no tener idea central, al final nos quedamos sin saber que querían decirnos y un poco atónitos ante aquella presentación en Argentina que no se la creyó nadie y la muerte de la profesora de danza, casi shakesperiana, luego de consumar su pasión por el profe de teatro.
Se transmitió además en un horario inadecuado porque los conflictos allí enunciados se corresponden fundamentalmente con la etapa de la adolescencia. Parece que lo crudo del abuso sexual y las situaciones de tortura psicológica amplia y cansonamente manifestadas a lo largo de los 42 capítulos, influyeron en el horario escogido; sin embargo, así solo quedó entre dos aguas, en fin, no había público meta.
Inquieta pensar cuánto se gastó en esa realización que pasó sin penas ni glorias, mientras que de seguro otros proyectos esperan por los recursos necesarios para tomar vida. No soy de quienes claman por el hiperrealismo en nuestras producciones televisivas, pero tampoco creo en darle espacio a lo banal.
Se debe ser más rigurosos en el país a la hora de aprobar proyectos, y no estoy hablando de burocratismos o censuras, sino de analizar las propuestas tomando como base la calidad, la solidez de los argumentos, la intencionalidad del relato.
A ese paso, no podrá la TV cubana reconquistar a un sector juvenil que se atiborra con programas extranjeros y extranjerizantes, que fomentan valores en nada similares a nuestra cultura, banales, pero eso sí, hay que reconocerlo, bien hechos. No creo que sea imposible educar y entretener a la vez, no obstante, para lograrlo hace falta mucho trabajo, talento y ganas de hacer.
Esta serie creo que estuvo fatal, las veces que la soporté fue solamente porque detrás ponían Anatomía de Grey. Fue una suerte de Un paso adelante mezclada con El Internado, pero tomando lo peor de las dos. Ojalá que en próximos espacios de la televisión no se repita este absurdo, que nada tiene que ver con el arte o el entretenimiento.
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Coincido con mi colega, aunque estoy esperando con impaciencia la próxima temporada de la serie; dicen que se llamará SOS TV Cubana.
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