Una vez insurrecto, siempre mambí

La Revolución, vista desde hoy, es una sola. No podían saberlo sus protagonistas, pero lo intuían. Mientras el objetivo primero, la independencia total, estuviera inconcluso, la lucha debía seguir…

»En Cuba solo ha habido una revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868»
Fidel Castro

No era fácil pensar en alzarse una vez más. En la memoria colectiva estaban el hambre, los pies descalzos y llagados, la crueldad ilimitada del enemigo ciego de odio e implacable incluso ante los niños.

Pero un Martí, alborotador y alucinado, supo ver en las almas de cubanas y cubanos bravos, la herida abierta por la independencia inconclusa y el Zanjón vergonzoso.

Así pudo aunar y convencer, apeló enfebrecido a la unidad y recordó toda la gloria levantada en medio de diez años de sacrificio por Cuba.

Empezar una nueva guerra no era capricho ni locura, sino una profunda necesidad para rescatar, de una colonización desfasada y dolorosa, a la Patria.

Era, además, un compromiso con Céspedes y Agramonte, con cada muerto por el ideal, incluso con cada poema escrito a aquellas jornadas de buniato y dormir escaso.

La prédica martiana no transitó los caminos de la evocación vana, sino de la acción pronta, porque «Hay versos que hacen llorar, y otros que mandan montar a caballo».

Así volvió la siempre fiel isla de Cuba, un 24 de febrero de 1895, a pelear por arrancarle las bridas de su destino al gobierno español.

Y los sumidos en el sueño anexionista o en la parálisis de la incredulidad, no podían entender cómo iban tantos de nuevo a internarse en la manigua y  a poner las esperanzas en el machete.

¡Qué habría sido de aquella contienda si poco después no hubiera muerte el Apóstol!, si no se hubieran quedado un poco huérfanos sus contemporáneos sin su clarividencia.

Se puso por delante Estados Unidos, y con toda la saña y la mala inteligencia de un imperialismo naciente robó la independencia y frustró el proyecto.

Como no murió el frenesí de 1868 en la Tregua Fecunda, la Neocolonia no pudo sepultar a los mambises, y muchos se sacudieron la orfandad al redescubrir a un Martí antimperialista, que lo había pensado todo, que todo lo había escrito, que nadie podía matar.

El Maestro se escurrió de los fatuos homenajes republicanos y de las estatuas, para entrarle por las pupilas  a Villena y en el perfil intenso a Mella y, a través de tantos otros, llegar  a una generación que entendió la enorme responsabilidad de ser la del Centenario del más grande de todos los cubanos.

En el Moncada y la Sierra Maestra estuvo la impronta de aquellos hombres y mujeres de 1895, que también eran los de 1868, y fueron los de 1959.

La Revolución, vista desde hoy, es una sola. No podían saberlo sus protagonistas, pero lo intuían. Mientras el objetivo primero, la independencia total, estuviera inconcluso, la lucha debía seguir.

Muchos elementos conspiran para esa conclusión: nunca tuvieron los insurrectos (los de a caballo y los barbudos) sus propias armas: se las arrancaron al enemigo y el ejército fue el pueblo.

Siempre estuvieron allí el radicalismo, el antianexionismo, la fe en la lucha armada como el camino para conquistar los derechos.

Y los errores también trazaron una línea; para ascender, hubo que aprender de la nefasta desunión,  del regionalismo y de las ingenuidades imperdonables.

De otra manera, no hubiera podido decir Fidel: « (…) Esas banderas que ondearon en Yara, en La Demajagua, en Baire, en Baraguá, en Guáimaro; esas banderas que presidieron el acto sublime de libertar la esclavitud; esas banderas que han presidido la historia revolucionaria de nuestro país, no serán jamás arriadas. Esas banderas y lo que ellas representan serán defendidas por nuestro pueblo hasta la última gota de su sangre».

La Revolución cubana es una sola, y no se bajó del caballo un 1ro. de enero, sigue hasta hoy. Si el proyecto Cuba perdiese ese carácter irredento de 150 años, dejaría esta Isla de ser lo que es, y sería imperdonable.

La insurrección pervive, porque no hemos renunciado a la historia, y porque un país que un día fue insurrecto, siempre será mambí.

(Publicado originalmente en Cubahora)

 

Momentos Claves de la Guerra de Independencia
10 de octubre de 1868: Inició la guerra por la independencia de Cuba y el proceso de abolición de la esclavitud.
24 de agosto de 1879: Inicia la Guerra Chiquita (1879-1880) como continuación del proceso iniciado el 10 de octubre de 1868
24 de febrero de 1895: Reinicio de la lucha contra el colonialismo español.
1 de enero de 1959: Entra Fidel y el Ejército Rebelde en Santiago de Cuba, anunciando el triunfo de la Revolución Cubana, que marcó la liberación del pueblo de Cuba del imperialismo.

De la épica y sus tantos rostros

La historia no está hecha solo de grandes mujeres y hombres, sino también de quienes alumbran como fuego en la cotidianidad…

De mi abuelo heredé un libro grande y muy pesado. Ahora, si miro atrás, creo que con ese texto sobre las piernas debo haberme parecido a Nené Traviesa en aquella ilustración sobria y maravillosa de La Edad de Oro.

El volumen resumía en fotos la historia de Cuba y yo lo hojeaba despacio, muchas veces. Ahí vi por vez primera la sangre escaleras abajo en Humboldt 7 y entendí que la libertad no era barata.

Página por página descubrí que lo que somos hoy tiene unas raíces fuertes y hondas en el ayer de muchas personas, gente que amó, que sufrió, que no actuó sabiendo que su huella se perpetuaría, gente común afincada en su tiempo.

Porque la historia, al contrario de lo que casi siempre predicamos, no está hecha solo de las grandes mujeres y hombres y de sus luchas y esperanzas, sino también de quienes alumbran como fuegos en la cotidianidad y echan a andar un país desde el anonimato de la existencia individual.

Por eso Cuba puede preciarse de su pequeñez iluminada: no solo tiene al poeta apóstol José Martí, al enamorado Agramonte, al enfebrecido (de pulmones y revolución) Villena, al cubano Che, al Camilo hondo, a la fuerte Celia, al futurista Fidel… Acoge la isla a millones de cubanos y cubanas hechos a la medida de la épica, sabedores de que hay algo más grande que ellos mismos que se llama nación y vale todos los sacrificios… y por sus desprendimientos van sembrando episodios que forjan una historia colectiva y hermosa, la que a fin de cuentas nos pone cada día en el sentimiento y el respeto del mundo.

Cuando Cubahora invitó en su foro ¿Qué memorias de la historia cubana te conmueven? a completar el rompecabezas de la memoria colectiva, las respuestas fueron desde la cumbre hasta la batalla de todos los días.

Así se entremezclaron el fin de la guerra hispano-cubano-norteamericana con el asalto al Cuartel Moncada, “las huellas que dejaron los proyectiles en las paredes y ver en lo que se ha convertido”.

Desde la consternación y la negativa al olvido (una forma de aniquilar la historia que tiene muchos adeptos) se mencionó el fusilamiento de los estudiantes de Medicina, la tortura y el asesinato de Abel Santamaría, la operación Peter Pan, el bombardeo al aeropuerto de Ciudad Libertad.

Porque el heroísmo también nos signa, se escribió de la primera carga al machete, de la Protesta de Baraguá, de Girón y de la Crisis de Octubre.

A Fidel, guía de las seguridades y de la dignidad, el de Cinco Palmas, el ciclón Flora, la batalla por Elián, se refirieron varios usuarios, y no podía ser de otro modo porque todo lo relacionado con él “es conmovedor, está lleno de sentimientos muy puros”.

Sobre la resistencia del pueblo cubano en los convulsos años 60, y durante el Periodo Especial, cuando intentaron rendirlo por hambre, también opinó un lector, en un tributo merecido a todos los que, al decir de otra lectora, aportan “un granito en este libro grande”.

Las disquisiciones filosóficas sobre el fin de la historia dejaron de estar de moda, pero a muchos poderes les convienen los desmemoriados. Del recuerdo viene el compromiso, de la historia se aprenden, además de los caminos, los errores sobre los cuales no vale volver.

La historia no solo nos conmueve, también, y sobre todo, nos mueve.

 

(Publicado originalmente en Cubahora)

A un milímetro de la poesía

La Fábrica de Trova apuesta por la relación casi cósmica entre el público, la guitarra y el trovador

«Yo creo que la trova no está pensada para grandes multitudes, independientemente de que Silvio, Pablo, Serrat llenen estadios y plazas de toros. Fue hecha para cantarla en casa de un amigo con otros amigos. Y no quisiera que ese espíritu se perdiera», dice Pepe Ordás, con el conocimiento de causa de una vida toda haciendo hablar a la guitarra.

De esa forma, el autor de temas rotundos como Alex o Son para ti, explica el espíritu intimista de la Fábrica de Trova, un proyecto que encauza desde el verano último, y que pretende no ser más de lo mismo en un panorama capitalino donde existen varias plazas para trovar.

Ubicado en el centro cultural En Guayabera (calle 7ma. y 171,  zona 10, Alamar), el espacio tiene muy claras sus metas de luchar por la poesía que caracteriza a la buena música y conquistar al público local.

«En Alamar no había una propuesta de esta magnitud, desde una peña que se llamó La bicicleta, a cargo de Vicente Feliú y Tato Aires.

«En Guayabera es un centro multipropósito con tienda, cafetería, parque infantil, heladería; sala de cine, de fiestas –donde tocan los grupos bailables, con capacidad para 500 personas– y el restaurante, donde se insertó esta iniciativa.

«Artex, junto con el Ministerio de Cultura y el Instituto Cubano de la Música, ha habilitado una serie de estos centros, que buscan combatir el mal gusto cultural y esencialmente musical.

«La trova, a diferencia de buena parte de lo que se escucha, está muy cerca de lo lírico; por eso la idea de llevarla hasta la gente de Alamar, sin que nada  impida que vengan desde el otro lado del túnel», comenta el también fundador del grupo Guaicán.

Al contrario de una visión extendida, más por prejuicios que por evidencias, Pepe cree que los jóvenes constituyen el público por excelencia de la trova.

«En la Fábrica… se toca a Sindo Garay y Miguel Matamoros, se pasa por todos los grandes de la Nueva Trova, hasta llegar a la de hoy, y aunque van personas de todas las edades, queremos que los jóvenes tengan opciones para decidir qué música escuchar.

«Ha predominado una tendencia de radiar o televisar la trova solo en los días luctuosos. Muchos llegan aquí buscando la wifi, que es excelente, y de buenas a primeras me preguntan asombrados: « Ah, pero eso es trova también?».

COMPLICIDADES

Consolidar un escenario donde se escuche a los artistas desde la complicidad con el texto inteligente se hace cada vez más difícil, pero parece que si la conciencia viene desde los organizadores es posible.

«El local funciona como restaurante de miércoles a domingo, y los jueves, viernes y sábados también, pero solo hasta las cinco de la tarde, porque abrimos a las 6:30 p.m. El concierto empieza a las 7:30 p.m. Durante esa hora intermedia ponemos música, trova por supuesto, y canción tradicional cubana. Cuando se ideó sumarle esta nueva función al salón, se rediseñó, y el resultado visual es muy acogedor.

«Por haber pasado malas experiencias anteriores donde se establecía una batalla entre gastronomía y cultura, no se preparan tragos que necesiten de una batidora o de algún aparato electrónico que haga ruido, tampoco hay cubiertos para la oferta gastronómica. Poco a poco hemos acostumbrado al público a la idea de que la trova es para oírla.

«También la entrada es barata, diez pesos en moneda nacional; y eso responde a un esfuerzo de Artex, en lugares como este no se puede pensar en la rentabilidad por encima de la calidad de la oferta cultural.

«Otro elemento que quisiera contribuyéramos  a rescatar en La Fábrica de Trova –el nombre proviene de la antigua fábrica de guayaberas que se ubicaba aquí– es que los trovadores se escuchen unos a los otros, eso es algo que en el resto del país se mantiene, pero se ha perdido en La Habana. Cuando yo era joven no me perdía un concierto, y si alguien me decía: sube y canta, perfecto. Si no, lo disfrutaba igual».

Muchos trovadores y trovadoras e intérpretes de la canción  ya han pasado por el espacio, que se debate por los siempre trabajosos caminos de la promoción, incluidas las redes sociales, y evita caer en las trampas de la popularidad.

«No es una competencia para ver quién mete más gente. La carrera, que estábamos perdiendo, es contra el mal gusto. En eso sí queremos ser competitivos.  Si mucha gente buena va a oír en realidad lo que está pasando: felicidades; pero si son pocos los que acuden a disfrutarlo: felicidades también».

(Publicado originalmente en Granma)

Después de tomarse el chocolate…

Quien deja de pagar lo que debe no está timando al Estado como ente abstracto, sino a todos y cada uno de sus conciudadanos…

Después de tomarse el chocolate…
La relación entre la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) y los contribuyentes debe ser de abierta comunicación y asesoramiento. (José Raúl Concepción / Cubadebate)

Corro el riesgo de no ser original con el título de este comentario. Desde que el tema del pago de los impuestos tomó fuerza en el ámbito nacional, aquello de “toma chocolate, paga lo que debes” ha sido más que ampliamente parafraseado.

Y quizá sea porque el núcleo duro del asunto se resume ahí: después de obtener ganancias dentro del marco de una sociedad hay que erogar una parte al Estado y ese dinero debe revertirse en el bien de todos.

No solo parece lógico, lo es. La riqueza debe regularse en función de una sociedad más equitativa, máxime si se habla de un sistema socialista, donde sectores imprescindibles como salud y educación son presupuestados.

Pero no siempre se ven igual los asuntos desde la perspectiva macro que desde el pequeño universo individual; porque, en primer lugar, la conciencia tributaria forma parte de un entramado cultural que no se crea de un día para otro; y que debe tener un fuerte sostén en dos pilares: la familia y la escuela.

El sistema tributario cubano —ya he visto algunas libretas escolares que hacen referencia al tema en sus carátulas— debe estudiarse en las escuelas, como parte constitutiva de la formación cívica.

Y mientras más se hable del tema en casa y se sepa que existe la Ley 113, y se conozca sobre declaraciones juradas, en mejores condiciones estarán los ciudadanos del futuro para cumplir con ese deber.

Sin embargo, el país no puede esperar a que los niños de hoy crezcan para hacer honrar sus impuestos; por eso son tan importantes los medios de comunicación, que deben rehuir el tono machacón o demonizador de las nuevas formas de gestión no estatal, para asumir un enfoque problematizador del asunto, contribuir al conocimiento de la población y recordar que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento.

Me atrevería a afirmar que todos los cubanos adultos hemos visto alguna vez un filme norteamericano donde el fisco de ese país arremete contra un tramposo, y sabemos que en cualquier lugar del mundo pretender pasarle gato por liebre al Estado es un crimen muy grave.

No obstante, si bien aspiro a un cumplimiento cabal de lo legislado, creo que la relación entre la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) y los contribuyentes debe ser de abierta comunicación y asesoramiento. Los especialistas no deben cansarse de explicar, de acudir a los medios… y tampoco pueden dejarse engañar con declaraciones falsas.

Quien deja de pagar lo que debe no está timando al Estado como ente abstracto, sino a todos y cada uno de sus conciudadanos. Como bien dijeron los lectores de Cubahora en un reciente foro sobre el asunto, la ausencia de un mercado mayorista donde adquirir insumos dispara las inversiones en las iniciativas privadas, pero tampoco seamos ingenuos: lápiz o calculadora en mano cualquiera que haya comido en una cafetería, paladar o se haya montado en un sacrosanto almendrón sabe que las ganancias pueden ser exorbitantes.

Con eso no justifico la falta de bienes o servicios más allá de lo minorista —que bastante favorece el acaparamiento y la especulación— mas, recordemos todos que un trabajador privado en Cuba debe aspirar a vivir con dignidad de lo que gane, no a hacerse rico a costa del pueblo humilde y trabajador.

En el otro extremo de la cadena, los representantes del Estado y del Gobierno, como servidores públicos que son, deben rendir cuentas al pueblo con más frecuencia y claridad (otro reclamo de los foristas), porque así se refuerza la confianza en la gestión gubernamental y todo contribuyente entiende mejor en qué está aportando al desarrollo del país o de su localidad.

Ni posiciones autoritarias ni mano tibia, mucho de inteligencia, debate popular y sostenido cumplimiento de la ley. A nadie se le ocurre dejar de pagar después de tomarse un batido de chocolate, igual de impensable debe ser para los cubanos no cumplir con sus obligaciones tributarias.

 

 

Ley 113 del Sistema Tributario: Ley que regula los tributos, principios, normas y procedimientos generales sobre los cuales se sustenta el Sistema Tributario de la República de Cuba. Cuenta con 25 tributos, de ellos 19 impuestos, tres contribuciones e igual número de tasas, esta legislación amplía y moderniza el instrumento anterior, que databa de 1994.

 

(Publicado originalmente en Cubahora)

http://www.cubahora.cu/economia/pagar-lo-que-se-debe

http://www.cubahora.cu/sociedad/sobre-impuestos-y-tributos-en-el-sector-estatal-cubano

http://www.cubahora.cu/economia/adonde-van-los-impuestos

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