Nosotras, la Constitución y el camino

Escribo mucho sobre mi abuela materna porque a través de su vida aprendí que las mujeres podían morir de causa desconocida, sin médico, un día cualquiera, en un bohío plagado de hijos; que era posible ser niña y no tener más sueños que dormir sin hambre; que vejar puede ser muy fácil para quienes se saben más fuertes y más ricos.
Cuando mi madre me contaba  aquellas historias, yo intuía los orígenes del carácter austero de abuela Andrea,  viuda de miliciano; y su compromiso político, aun con la enfermedad signando su vejez.

Solo después de enero de 1959, pudo ella aprender a leer y escribir “a derechas”,  recibió un diploma de Corte y Costura y dejó de ser empleada doméstica,  mandó a su hija a la escuela gratuita, y fue al dentista. Era la dignidad toda, y había, poco a poco, que aprender que las mujeres no estaban confinadas a la casa, y que esposo no era amo sino compañero…

Millones de mujeres se pusieron al día con sus derechos tras la victoria que estremeció la Isla y el mundo. Desde las independentistas hasta las que entrado el siglo XX lucharon por diversas garantías civiles y políticas, y las que en la pelea clandestina y en la Sierra arriesgaron la vida por un nuevo orden de cosas, toda la tradición feminista se encauzó en un proyecto de país atravesado por la justicia social.

La batalla no fue solo por ofrecer estudios, oficios y empleos a miles de amas de casa, campesinas, prostitutas… sino por sentar las bases para que las mujeres del futuro crecieran en igualdad de condiciones que los hombres. Así tuvieron las mismas posibilidades de acceso al estudio en todos los niveles, igual salario a igual trabajo, y el derecho a optar por responsabilidades administrativas y políticas. El acceso al aborto legal, seguro y gratuito; a los servicios de planificación familiar; a licencia materna retribuida y atención personalizada durante todo el embarazo… son solo algunas garantías, que se amplían dentro de un contexto social y político favorable a la mujer, a su realización personal y profesional, y su calidad de vida.

También hay “peros”. La misma Federación de Mujeres Cubanas –en cuyo centro está el legado de Vilma Espín, una revolucionaria adelantada en  la visión de  género– que impulsó todas las conquistas antes mencionadas, sigue en la batalla constante contra la violencia de género, las inequidades en la distribución del trabajo doméstico, los estereotipos.

De mi abuela a su nieta hay un inobjetable sendero recorrido; sin embargo, debe seguirse la pelea contra los muros más fuertes (esos que se sostienen sobre el “así ha sido siempre”) para que el empoderamiento de la mujer sea total y en todos los escenarios, y más pujante que los prejuicios. En esa labor paciente y sostenida, de protagonizar “una revolución dentro de la Revolución”, contar con una Constitución que haga énfasis en los derechos y garantías de la mujer es una base poderosa para el futuro que deseamos.

En el proyecto de Constitución que ahora se somete al debate popular, el Artículo 45 dice que la mujer y el hombre gozan de iguales derechos y responsabilidades en lo económico, político, cultural, social y familiar; y que el Estado garantiza que se ofrezcan a ambos las mismas oportunidades y posibilidades, y propicia la plena participación de la mujer en el desarrollo del país y la protege ante cualquier tipo de violencia.

Asimismo, se reafirma que tienen el derecho y el deber ciudadano de ejercer el voto los cubanos, hombres y mujeres, mayores  de dieciséis años de edad (Artículo 200) y que tienen derecho a  ser elegidos los ciudadanos cubanos, hombres o mujeres, que se hallen en el pleno goce de sus derechos políticos y que cumplan con los demás requisitos previstos en la ley (Artículo 202).

Entre otros motivos lesivos a la dignidad humana, como origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, u origen nacional, el cuerpo constitucional condena la discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual e identidad de género y refrenda que todas las personas  son iguales ante la ley, están sujetas a iguales deberes, reciben la misma protección y trato de las autoridades y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades; y que la violación de este principio está  proscrita y es sancionada por la ley (Artículo 40).

De esta forma, la nueva Constitución que está en manos del pueblo en su función de órgano constituyente, trasluce una equidad de género que igualmente se entreteje con el resto del articulado y tiene con muchos otros postulados puntos de contacto. Seguro, en los días de consulta se darán visiones enriquecidas sobre el tema, y ese es el llamado: usar la inteligencia popular  para lograr al final un texto que no solo nos describa sino que nos ofrezca pautas para avanzar, mediante una visión siempre revolucionaria de todos los asuntos en él contenidos.

(Publicado originalmente en Cubahora)

Una respuesta a «»

  1. estoy plenamente de acuerdo con Yeilen, hay que seguir luchando dia a dia por la plena igualdad entre el hombre y la mujer, existe aun machismo el que debe ser eliminado, la vida ha desmostrado que las mujeres son capaces de cumplir cualquier tarea, incluso mejor que muchos hombres.

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