Ese respeto que nos define

Si se ignoran los valores históricos, patrióticos y culturales de un monumento, este no moverá fibra alguna, y se le podrá considerar como un elemento inanimado más…

Parque de La Libertad, Matanzas
Parque de La Libertad, Matanzas

La tarde languidece, pero la noche demorará en llegar. El sopor saca a los vecinos en busca de aire fresco. El parque, justo en el medio del centro histórico, los acoge.

Otros salen del trabajo a esa hora y también optan por demorar un poco la llegada a casa para disfrutar del espacio colectivo.

Personas que leen, que comen maní, que conversan, que meditan… y muchos niños, derrochando toda la energía acumulada durante una jornada de escuela o actividades en el hogar.

Así sucede a lo largo y ancho de Cuba y la escena sería siempre idílica si no fuera porque lo que hemos convenido en llamar indisciplina social –y no es más que aguda carencia de civilidad–enseña su oreja peluda en esos lugares hechos para el encuentro y, casi todas las veces, también para la veneración patria.

Por eso a tanta persona le duele, más allá de la aglomeración provocada por los puntos wifi o las bocinas portátiles con música nefasta, el irrespeto hacia nuestros monumentos.

No hace falta buscar mucho para constatarlo. Basta un breve recorrido para ver a los pequeños encaramados sobre las bases de los conjuntos escultóricos, simplemente jugando, y a los padres muy relajados en un banco cercano, pendientes solo de que su criatura no se haga daño.

También encontrará adultos sentados en algún pedestal, mientras googlean  sobre  “lo último”, y advertirá paquetes vacíos de pellys y latas de cerveza a los pies de algún héroe o heroína inmortalizado en mármol o bronce.

Pero no solo las estatuas y conjuntos escultóricos de los parques se ven amenazados; las tarjas, edificios, plazas… son además susceptibles de ser vulneradas. “Mamuchi, te amo”, “Yosva, la rata”, son carteles que, en letras deformes y con pintura de spray (muy difícil de eliminar), alguna vez leí en paredes de edificios con inestimable valor patrimonial.

Pero quienes así actúan no resultan monstruos ni criminales de alta peligrosidad, es gente que anda entre nosotros; entonces, ¿por qué  les parece intrascendente cuidar “todo centro histórico urbano  y  toda construcción, sitio u objeto que, por  su carácter excepcional, merezca ser conservado por su significación cultural, histórica o social para el país” (tal y como lo define la Ley No. 2, De los monumentos nacionales y locales)

La respuesta tiene dos aristas fundamentales, que muy bien referenciaron los lectores de Cubahora en su foro “¿Cuidamos nuestros monumentos? ¿Qué valor tienen para nosotros?”

El primer elemento tiene que ver con la educación; como escribió la lectora Loida: « el que no conoce, no lo siente parte suya y no lo cuida».

Si se ignoran los valores históricos, patrióticos y culturales de un monumento, este no moverá fibra alguna, y se le podrá considerar como un elemento inanimado más.

A la escuela y la familia, donde todo empieza, debemos volver la mirada.  La enseñanza de la historia local no puede concebirse como algo menor, a través de ella se forman ciudadanos activos de la comunidad.

Pero todo no es cuestión de conocimiento, porque no saber qué hizo un héroe o qué hecho relevante ocurrió en un edificio no justifica su maltrato y mucho menos el robo de alguna de sus partes.

La cultura posee componentes cívicos y éticos vitales. A los monumentos se les venera, debe ser la sentencia inviolable que nos conduzca, de conjunto con su significado, al respeto y la protección.

En el inciso h del Artículo 39 de la Constitución de la República de Cuba se establece que “el Estado defiende la identidad de la cultura cubana y vela por la conservación del patrimonio cultural y la riqueza artística e histórica de la nación. Protege los monumentos nacionales y los lugares notables por su belleza natural o por su reconocido valor artístico o histórico”.

Por eso el Gobierno cubano no puede tolerar la impunidad; que constituye, en mi opinión, el otro aspecto que ofrece caldo de cultivo a este fenómeno. “Hace falta educar pero con rectitud, no se puede dejar todo a la conciencia, a la conciencia hay que ayudarla con el respeto, con integridad y con leyes”, dijo en el foro el usuario José Eduardo.

Las instancias de Patrimonio muchas veces se ven con las manos atadas ante las violaciones que detectan, porque constituyen órganos de asesoramiento y consulta, pero no punitivos. De ahí que el enfrentamiento a tales conductas deba ser integrador y multidisciplinario.

Garantizar el orden público pasa también por multar severamente al que dañe e irrespete un monumento. El ciudadano inconsciente que vea su bolsillo menguado, seguro se lo pensará dos veces antes de repetir actos lesivos al Patrimonio; y el resto también.

Vale la pena anotar que si desde la institucionalidad se descuidan estos sitios sagrados, por abandono, se abre una puerta más para el vandalismo y la falta de identificación. No hay por qué pensar siempre en las grandes sumas de dinero que supone una restauración,  a veces un cuidado sistemático evita llegar a ese punto

El tema no es menor. La forma en que tratamos nuestros monumentos nos define como país.

(Publicado originalmente en Cubahora)

 

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Parque de La Libertad, Matanzas

0Cuando ante mis ojos se producen violaciones insólitas sobre los que debieran ser espacios de veneración siento vergüenza e impotencia. El panorama se torna más desalentador si a la impunidad de los infractores se suma la repetición de los hechos.

Por eso, atravesar el Parque de La Libertad, plaza significativa dentro de un centro histórico Monumento Nacional, no me deja la plácida sensación que debiera; sino, casi siempre, una mezcla de enojo y tristeza. Mucho se ha escrito en Girón y otros medios de prensa sobre su maltrato; sin embargo, parece que los oídos sordos predominan. La más reciente edición de los festejos populares lo confirma.

5Quien participó del Carnaval Infantil puede atestiguar cómo a veces las buenas intenciones terminan por lesionar el patrimonio. Es vital que los niños se diviertan junto a su familia, pero debe pensarse dónde.

Ese día, cientos de personas se situaron sobre el parque añadiéndole una gran carga adicional. Asimismo, invadieron el césped y lo pisotearon indiscriminadamente. Ni siquiera se salvó el conjunto escultórico (beneficiado en 2014 por una costosa restauración); muchos tomaron asiento sobre su base, donde consumieron alimentos y dejaron a sus hijos corretear o subirse sobre la estatua de La Libertad. Otros, para ver mejor las carrozas,se pararon en los bancos. También se frió pollo muy cerca de las fachadas colindantes, exponiéndolas al hollín. Ninguna de las autoridades allí reunidas hizo algo por detener esas conductas, como si lesionar monumentos no fuese un atentado contra el orden público.

31Durante el carnaval anterior, los especialistas de Patrimonio protestaron por la colocación en el sitio de una piscina inflable y, aunque les prometieron que la retirarían enseguida, no solo permaneció hasta el final de las festividades, sino que regresó este año. Vale aclarar que, según las leyes vigentes, solo dichos expertos pueden permitir la realización de actividades allí y muy pocas veces se pide su autorización.

2Si las fiestas populares fueran la excepción, una podría pensar que la solución estribaría en corregir el tiro la próxima vez; pero esta es solo una expresión superlativa de lo que el parque experimenta cada día.

Solo tiene usted que pasar de noche y ver el conjunto escultórico convertido en banco gigante. Seguro que en 1909 el escultor Salvatore Buemi no imaginó que su obra podría tener tal uso.

4La demolición de los accesos – que no estaban en el diseño original- y la delimitación con plantas ornamentales aún no han sucedido; aunque dudo que logren su fin ante el desafuero de la indisciplina social. Sé bien de los criterios opuestos a demarcar mediante una reja un conjunto que honra a Martí y al concepto de libertad. Sin embargo, yo lo prefiero si la opción radica en que el irrespeto se perpetúe.

Alguien afirmará que no queda otro punto dónde situarse porque en horario nocturno los pájaros defecan sobre la mayoría de los asientos. Y, aunque nada los justifica, es cierto que la invasión de las aves en el área resulta un problema irresuelto que apareja condiciones antihigiénicas y olor desagradable.

Por otro lado, ojalá el acceso a Internet vía Wifi se extienda más allá de zonas puntuales, porque nuestra segunda plaza de Armas no está concebida para ese fin; y mucho menos para cobijar a los pequeños puntos de venta nocturnos que se sitúan en ella en las noches, y proporcionan bebidas y confituras a los usuarios.

image001Mal estaríamos si olvidáramos la debida devoción a la figura del Apóstol, peor incluso si nos viésemos imposibilitados de distinguir entre un lugar de carácter patriótico y otro de fiesta; o no tuviéramos la fuerza para decirle a la Televisión Nacional que no puede situar sus equipos de transmisión sobre uno de nuestros más importantes monumentos. Alternativas siempre existen, y ¿cómo hablarles a los ciudadanos de respeto si desde las iniciativas estatales se vulnera lo dispuesto?

Según lo ideado por el plan Matanzas 325, el parque de La Libertad marcará el centro gubernamental de nuestra urbe, pero no puede esperarse a 2018 para resolver la alarmante situación. Las soluciones tienen que llegar pronto. Mucho dice de nosotros lo que hacemos o no en pos de aquellos pequeños espacios por donde comienza el amor a la Patria.

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